Suena el teléfono. Mi mamá atiende en medio de risas que callaron en menos de un microsegundo que se tradujo en eternidad. Mi mamá estaba sentada al borde de su cama al borde del llanto. Con la mayor de las sutilezas dejé que mi mano se apoyara en su hombro. Me miró y una lágrima recorrió lentamente su mejilla; como si se tratara de un espejo vivo, una lágrima recorrió también mi mejilla.
Suena mi celular, es Elisa.
¡Sabru! - me saludó su voz enérgica como de costumbre
Eli, ¿cómo estás? - dije, contenta.
Bieeeen, te tengo que pedir un favor... ¿Me ayudas a pintar unos figurines que tengo entrega mañana y no llego? Igual si tenés que hacer cosas no te preocupes eh... Pasa que me faltan cuatro y no sé, además necesito que me des ideas y...