Empiezo a caminar a paso lento, relajado, casi diría que excesivamente vago. Son sólo cuatro cuadras hasta la estación y salí con más de una hora de anticipación. Voy escuchando Street Spirit de Radiohead y las casas comienzan a despertar, avanzando hacia mí, cercando mi camino, tapando un cielo despejado y veo como se ve la ciudad a través de un ojo de pez.
Pasó el tren.
Qué bien que se siente ser una ameba.
Qué bien que se siente ser una ameba.
Pasó otro tren.
Tengo hambre.
Tengo hambre.
Se respira el verano y se siente la primavera. A partir de agosto va todo más rápido, la gente se viste de colores, dice "Buen día", sonríe, se enamora.
Uff, me perdí el tren. Bueno, ya fue, no es grave, llegaré tarde.
Qué feo que es el tren, admito que la línea Mitre es de las más lindas, las más limpias, pero sigue siendo paupérrimo. Sí, paupérrimo. Me gusta la palabra, suena a crítica importante (eso me lo dijo una vez mi ex-cuñado). La formación quince es la mejor, lejos, parece Europa: hasta tiene las bandejitas esas arriba de la cabeza para poner mochilas o valijas.
Me bajo y canto en voz alta, voy marcando el "tempo" chasqueando mis dedos. Bailo en el anden. Muevo mi cabeza de un lado al otro al compás del chasquido. Amo la música, amo bailar, amo esta época del año y adoro Buenos Aires.
El taladro del túnel hace añicos mi paz. Subo el volúmen de la música. No sube más. La re puta madre, ¿pueden terminar esta obra de mierda? Me cansé de que me silben, chiflen, griten, miren, que me desnuden. ¡Qué gente del orto! Sociedad de mierda. Y eso que soy anti-feminista. ¿Qué es esto de que somos iguales que los hombres? ¿Acaso ambos tenemos tetas o pija? Somos biológicamente distintos, no diferentes; de género, equivalentes. Gente: ¿cómo les explico? A mí abranme la puerta y cedanme el asiento, no me siento ni mejor, ni peor. Me siento humana.